Estoy hecha una cosa. No estoy hecha un caso, ni un asco, no estoy hecha mierda... no no, estoy hecha una cosa.
Soy como un objeto que se puede poner en un lugar u otro a gusto del cosificador, así pues, si en un momento estoy encima justo de la mesa del comedor, dentro de diez minutos puedo estar colgada en la esquina del cuadro de la habitación.
Eso sí, y sin que me tachen ustedes de egocéntrica, soy una cosa con clase. De marca buena, vaya, y con copyright.
Me vendo barata pero soy difícil de encontrar y no todos consiguen entender mi buena calidad.
Soy una cosa indefinida y no soy del todo cosa. Me estoy cosificando a una rapidez incalculablemente lenta. Llevo años cosificándome y sigo en ello pero ya me asemejo más a una cosa en toda regla que a un ente humano en proceso de cosificación.
Soy la cosa como tal, utilizada como tal.
La cosa en toda su esencia.
Cosificada hasta la cosa.